SALAMANCA | Miércoles, 6 de marzo de 2019 | FOTO: http://www.salamancartvaldia.es
A mí Salamanca me tiene y me tendrá cuando quiera y para siempre. Sólo ha de llamarme. Porque, cuando yo la necesité, me acogió como uno más.
Me dijeron los que saben, que son los que viven y trabajan allí, que la Universidad sigue siendo su motor principal, pero que éste ya no ruge potente y atractivo como hace una década. Que Salamanca se sigue moviendo al ritmo que marcan los estudiantes, pero de otra manera, más de cada uno a su rollo, menos asociativa y mezclada. Esa sensación me había quedado a mi cada vez que había vuelto, pero siempre me decía a mí mismo que mi percepción podría estar deformada por el paso de mi tiempo, por la edad y por la nostalgia.
Si Salamanca me tendrá siempre que quiera, imaginaos si quien me llama son mis compañeros. La Asociación Salmantina de la Prensa Deportiva, con el periodista de COPE Pablo Acebo a la cabeza, me invitó a participar en una charla titulada «Ciclismo Profesional y Seguridad Vial» junto con el director de La Vuelta, Javier Guillén, y su embajador, Óscar Pereiro, y allá que fuimos, al Auditorio de la Caja Rural Provincial, a hablar de eso y, como siempre, de lo que nos dio un poco la gana dentro, obviamente, del contexto de la bicicleta.
En las butacas, la estirpe Tamames, «Lale» Cubino, Santi Blanco, el mítico mecánico Luis Luengo, colegas de profesión, como mi querido Raúl Martín, compañero de facultad, aficionados y decenas de ciclistas y monitores de la Promesal Cycling Academy, que venían de hacerse la foto oficial, cómo no, frente a la fachada principal de la Plaza Mayor.
Sobre la marcha, mirando a mis compañeros de mesa, pensé que me faltaba autoridad moral para centrar mi primera intervención en «Ciclismo Profesional» y «Seguridad Vial» porque no me acuerdo ya de la última vez que monté en bici y no tengo, ni quiero, carnet de conducir. Tampoco era fácil elaborar un discurso para que llegase a un público tan heterogéneo. Por eso opté por lo mío. Por intentar inocularles a todos, pero sobre todo a los chavales de la generación YouTube, a los que ya casi ni encienden la tele, el «bicho» de la Radio Deportiva, ese acto de fe comunicativo que fue más que es, porque antes te creían y se emocionaban sin ver y ahora no existe casi nada que no se vea.
Y empecé confesando que el Ciclismo fue durante varios años una de mis peores pesadillas, cuando mi padre se marchaba a no sé dónde con la furgoneta de»su» equipo en vez de ir a verme a mi maljugar al Fútbol, y que, ahora, doce años después de mi primer Tour, no puedo más que quererlo y respetarlo porque lo mucho, lo poco o lo nada que soy profesionalmente es, en buena parte, gracias a él. Más que a él, a su matrimonio perfecto con la Radio, que siempre será mi consentida (que lo sepa todo el mundo).