MADRID | Lunes, 10 de febrero de 2020 | FOTO: www.cope.es
¿Y ahora por dónde se le va a atacar al Getafe de Bordalás?
Los que rajan o rajaron del Getafe, que muchos se irán arrepintiendo, lo hacen o lo hicieron por envidia cochina. Que si «leñeros», que si «antifútbol»… En verdad, sienten lo mismo que uno siente cuando su club se enfrenta a otro en el que milita Raúl García, pero multiplicado por dieciocho. Tu boca le llama «cabrón», pero tú cabeza piensa: «Ojalá tuviéramos nosotros a uno como este».
Y estos juegan muy bien. ¿Y qué es jugar muy bien? Hacer lo necesario para ganar o, en su defecto, empatar para ir acercándote a un objetivo, que es de lo que va esto del fútbol profesional. Luego ya viene esa parte estética que, a veces, a algunos les importa (por ella se cargaron en su día a Ernesto Valverde, por ejemplo), pero es que hasta en ese baremo el Getafe de Bordalás sale bien parado. Defensa en bloque alto, presión tras pérdida, la mítica intensidad, siempre dos delanteros… Y uno de ellos, Jorge Molina, con alma de mediapunta y la confianza de un chaval de 5º que juega en el recreo contra los de 2º.
Disfruto viendo al Getafe de Bordalás como lo hice con el primer, auténtico y, en realidad, único Superdépor, el de Arsenio Iglesias. Una plantilla de cedidos, rebotados y agarrados a una última oportunidad que quebraron el ecosistema a base de trabajo y de creer. Luego la confianza hace el resto y molestan, claro. De ahí las letanías y las mentiras que, a fuerza de repetirlas, se quieren transformar en verdad.
A sus propagadores fue dedicado, en parte, el repasito al Valencia de este grupo, entrenado por un cruyffista declarado, pero no idiota, apostilla siempre en petit comité Bordalás. Intento hacer lo mejor que creo que se puede hacer con los jugadores de los que dispongo.
Real Sociedad, 1 – Barça, 10
Una final exageradamente desigual ha desplomado el valor al alza de las competiciones femeninas de élite del Fútbol español.
La realidad es simple, matemática pura. El Barça y el Atlético apuestan más y más fuerte por ellas. Gastan más en todo, también en traer a las mejores jugadoras y por eso arrasan a nivel nacional, lo cual no quita a que, de vez en cuando, salte la banca.
No sé si los topes salariales o de extranjeras serían la solución (en general los topes me suelen gustar poco), pero está claro que algo se debe hacer para que el morbo del “por cuánto” no sea lo que lleve a la gente a los campos ni lo que siente a los espectadores, ayer 135.000, ante un televisor porque un día se cansarán y dejarán de hacerlo.
Llevo tiempo con la sensación de que se ha mejorado el envoltorio, pero que las estructuras que albergan este fútbol no han sabido absorber todo el impacto que generó el digno papel de España en la pasada Copa del Mundo, la emisión de la Final de Copa en una televisión generalista (ganada contra pronóstico por la ayer vapuleada Real Sociedad, por cierto) y, por qué no decirlo, una concienciación social, muchas veces sincera, otras veces postureada, que ha empujado a recorrer en poco tiempo un trecho demasiado grande de la sideral distancia entre las competiciones femeninas y las masculinas. Que la hay. En todo. Y quien no quiera verla se está engañando. No estoy diciendo que no se luche por limarla. Al contrario, es lícito, loable y moralmente obligatorio, pero con los pies en el realismo porque estas conquistas son de esas que se logran en los medios y largos plazos. En el corto son modas y las modas pasan.
Y otra cosa más sobre este tema. Entiendo la frustración de Gonzalo Arconada, míster txuri-urdin, pero creo que las declaraciones de la rueda de prensa postpartido, quejándose, precisamente, del estado de esas estructuras tendría que haberlas hecho o antes, o días después o nunca. Esta noche ha querido matizar en “El Partidazo de COPE”.
Georgia, un desafío todavía fuera del alcance del «XV del León»

La selección española de Rugby volvió a «fallar» en una cita clave. «Fallar» entre comillas porque suena demasiado grueso ese verbo para un equipo que se vacía como lo hizo el de Santi Santos en «el Central» ante Georgia, la séptima potencia europea del deporte del balón oval. Con una alineación alterada de last minute por un virus y con jugadores dejándose literalmente el físico, como Jordi Jorba, que sufrió una grave lesión de rodilla nada más empezar, o el capitán, Fernando López, que se rompió parcialmente el tendón de un brazo.
Se vendió el duelo como la gran oportunidad de asaltar un título que jamás se ha ganado, el del Campeonato de Europa, porque en realidad eso era, y no está todo perdido, pero la verdad verdadera del verde demostró que aún hay un escalón que los Leones tienen que salvar con respecto a los Lelos, aunque quizá no tan alto como lo que reflejó el marcador definitivo (10-23).
Los ciclos de las selecciones en este Deporte son muy largos y este pinta bien, pero habrá que esperar para ver si acaba donde todos sus amantes y los amantes de esta selección queremos, que es en la Copa del Mundo de Francia 2023. De no ser así, sí que se habrá fallado, sin comillas, en el intento de pegarle el estirón al Rugby, con su bruta plasticidad y sus valores, en España.
11.000 espectadores presenciaron el partido en directo en el Estadio Nacional Complutense. Tratándose de Madrid, domingo, mediodía que tira más hacia la hora de comer, fresquito y ponderando que las entradas eran baratas, pero no gratis, una cifra espectacular, esperanzadora y prueba irrefutable de que se están haciendo muchas cosas bien, pero el carácter del seguidor español nacido a partir del 90 (a los de antes nos enseñaban a perder) te exige ganar, o al menos codeo con la élite, para mantener su interés.